En la calle Cerrito, donde la Aduana respira historia entre adoquines gastados, un perro anciano descansa como si perteneciera al paisaje desde siempre. Su mirada perdida, curtida por los años, es un espejo de la ciudad antigua: noble, silenciosa, eterna.
Fecha que fue tomada: 27/4/25
Código de la propuesta: 77
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